Por Diego Mier y Terán G.
Director de Innovando la Tradición
Cuando alguien pregunta sobre mi profesión, intento evitar la frase “soy diseñador”. Prefiero decir que me dedico a diseñar. ¿Por qué? Porque una cosa es lo que estudié, otra a lo que me dedico y otra lo que soy, (aunque por la pinta algunos adivinen).
Por otra parte, entiendo el diseño más como un verbo, una acción o un método, que como un sustantivo, un objeto o producto. Desde esta idea quiero escribir aquí sobre el diseño y su relación con el entorno, la artesanía, el cambio social, las utopías y lo que vaya surgiendo.
Dice John Thackara, fabuloso pensador y crítico, que diseñar es “lo que hacen los seres humanos”. El científico Herb Simon dijo que “cualquier persona que desarrolle un plan con el objetivo de convertir una situación existente en una preferida, está diseñando”. El mecánico que anima su ambiente con chicas de calendario, el ejecutivo que evalúa su corbata para causar una mejor impresión, el campesino que selecciona el cultivo más apropiado para cierto terreno, o el miembro del Hub que elabora una serie de estrategias para reducir la discriminación, todos están diseñando algo.
Claro, existen personas llamadas diseñadores. Quienes nos dedicamos profesionalmente al Diseño, una disciplina especializada en darle forma a espacios, objetos, mensajes y sistemas. Es una disciplina surgida principalmente de la revolución industrial y que hoy funciona como motor indispensable de nuestro sistema económico.
El diseño de productos es la gasolina para la maquinaria del consumo. Se aceita con publicidad, páginas web y empaques que nos convencen de lo deseable que es tener tal o cual cosa. Este enfoque es lo que la mayoría de la gente imagina cuando piensa en diseño: una práctica cuya justificación es principalmente mercantil. Se diseñan las noticias y los mensajes televisivos para mantenernos en un estado de constante necesidad, oscilando entre la desgracia ajena, pero próxima, y las promesas de felicidad accesible por unos cuantos pesos. Conocemos este proceso.
De manera más amplia, el diseño contribuye a construir las historias que como sociedad nos contamos. Determina la manera en que nos relacionamos con mucho de lo que nos rodea, y a través de estas mediaciones nos lleva a intepretar y vivir el mundo de ciertas maneras.
Los mensajes a nuestro alrededor moldean la manera en que concebimos la naturaleza, la belleza, el sexo, el tiempo o a nosotros mismos. Los objetos moldean la manera en que nos relacionamos con otras personas, con el trabajo y con nuestro cuerpo. Igualmente, los espacios y sistemas influencían nuestro comportamiento, nuestra mirada, nuestros ritmos, nos hacen subir o bajar, estar quietos o movernos. De manera sutil y subrepticia, el diseño nos dice qué creer, qué cosas valorar, qué cosas ignorar y cómo comportarnos.
Piensen en objetos ubicuos, los que damos por sentado, como una silla o un par de zapatos. Su uso es tan común para nosotros que parecieran objetos naturales, aunque en otras culturas y otros tiempos pueden ni siquiera existir. Pero estos inofensivos objetos reproducen nuestras creencias, y las refuerzan.
Si vemos gente sin zapatos o sentada en el suelo posiblemente los consideramos más “atrasados” porque para nuestra cultura es importante separarse de la tierra. Concebimos el progreso como un distanciamiento de la naturaleza. Un par de zapatos también tiene una carga histórica, por su origen, que los hace diferentes a unos huaraches. Nos llevan a usar y concebir nuestro cuerpo de cierta manera (protegido, constreñido). Esto es claro también si pensamos en una silla y la comparamos con sentarse en el suelo, cosa que miles de personas hacen en el mundo. ¿nos hemos preguntado porqué trabajamos, estudiamos y comemos sentados? ¿qué pensaríamos si un restaurante pusiera petates en vez de sillas?
Cualquier cosa producida por humanos está (bien o mal) diseñada. El diseño codifica y reproduce los valores de una sociedad, aquello que consideramos bueno y deseable, y que pocas veces cuestionamos. ¿Cómo diseñar para cuestionar y cambiar efectivamente el mundo que nos rodea?