Diego Mier y Terán, voló hasta Basilea, Suiza, en 2018 para participar en Beyond Change, un congreso para analizar el diseño en la era de las grandes transformaciones, con la ponencia “La Tierra Habla en Silencio” dentro de la sección “Empowering Craft”.
Diego habló del diseño como parte de los procesos de colonización y despojo en nuestro país, de la profundidad del oficio alfarero y lo que tiene que ofrecer al mundo, y de cómo Innovando la Tradición hace visibles otras narrativas y otros saberes.
Fue emocionante darnos cuenta que el trabajo que hacemos presenta alternativas frescas e inspiradoras –hasta un reto– para quienes están pensando en cómo construir nuevos mundos desde la decolonización, el depatriarcado y el post-capitalismo, en un contexto tan lejano.
LA PONENCIA
Voy a hablar de lo que hemos aprendido en 15 años de trabajar con y para alfareras de Oaxaca, y a tratar de condensarlo en 20 minutos. Hablaré como un practicante, no como un académico. Espero sea útil.
Primero que nada debo aclarar algunos términos y hablar de las dificultades de traducción. En español, la palabra Tierra, con mayúsculas, significa el Planeta Tierra (Earth). La misma palabra, con minúsculas, significa barro, lodo, suelo (soil, clay, mud). En esta plática voy a referirme a ambos, el planeta y el material.
Por otra parte, no quiero tanto hablar de “empoderar” la artesanía como de escucharla. De hecho, tampoco quiero hablar de craft, sino de artesanía. Si bien la palabra craft se usa como traducción de artesanía, esta se queda corta. La artesanía es más que lo hecho a mano, y más que una plusvalía folclórica. La artesanía es una práctica que condensa una sofisticada y profunda red de relaciones que explicaré más adelante.
Quiero también hablar de cómo el diseño crea narrativas, y sobre cómo en Innovando la Tradición hemos decidido explorar nuevos territorios del diseño y el no-diseño, como diseñadores y no-diseñadores.
Historias del mundo
¿Cómo creamos las historias de nuestras vidas y nuestras identidades? En breve: Durante nuestra experiencia se suceden una miríada de eventos imposibles de abarcar en una historia –considerar todos los eventos implicaría vivir por segunda vez el evento. De manera que, de esta galaxia de impresiones y momentos, seleccionamos tan solo unos cuantos con los que tejemos una historia coherente. Esta historia es la que nos dice: “soy Mexicano”, “somos diseñadores”, “soy un éxito”, “soy un fracaso”, “los humanos son una plaga”, “los humanos son una maravilla” etc.
Resulta que dicha selección de eventos no se hace en un vacío, de manera aislada. Por el contrario, nuestro contexto filtra los eventos que formarán parte del tejido de la historia y los que pasarán a la sombra. Nuestras historias e identidades están pues condicionadas, colonizadas. Así establecemos una narrativa particular que ilumina ciertos eventos y obscurece otros, se establece como la historia hegemónica y relega otras posibles.
Como ejemplo, un mapa. Al igual que una historia, un mapa es solamente una representación de la realidad, no la realidad misma. El mapa no es el territorio. Un mapa es un diseño del mundo que cuenta y promueve una historia específica, una narrativa que surge de un punto de vista particular. La forma en que entendemos el mundo, la forma en que lo vemos, determina la forma en que nos relacionamos con él, la forma en que lo vivimos.
Esto es fácil de ver en el mapa tradicionalmente usado, con la proyección Mercator. Europa se coloca en el centro, el norte arriba y el sur abajo, y África es de un tamaño mucho menor que el real en relación a otras areas. Pero ¿quién dijo que así debe de ser? ¿A quién favorece este acomodo, esta historia?
El mapa miente. La geografía tradicional roba el espacio, como la economía imperial roba la riqueza, la historia oficial roba la memoria y la cultura formal roba la palabra.
– Eduardo Galeano
Afortunadamente, existen re-diseños del (mapa)mundo que abren fisuras en las certezas y las ponen de cabeza, literalmente. Buckminster Fuller nos enseñó con su mapa Dyamxion la importancia de re-diseñar el mundo.
El diseño ha sido, en su mayor parte, resultado, beneficiario y promotor de una narrativa particular que promueve los valores del capitalismo patriarcal y la sociedad de consumo, transmitiéndolos y haciéndolos deseables. De manera notable, en países donde arrastramos una historia colonial, el diseño ha funcionado como una herramienta que promueve una historia única y una ideología colonizante.
Oaxaca, México.
Cambiemos de tema. México es uno de los 12 países megadiversos en el mundo, el quinto país con mayor diversidad biológica. A su vez, Oaxaca –casi un país en sí mismo– es el estado con mayor diversidad biológica y cultural dentro de México.
Esto significa que, en un área del tamaño de Portugal, existen más idiomas que en todo Europa. La diversidad en Oaxaca se expresa también en una profusión alegre y casi abrumadora de vestidos, gastronomías, danzas, rituales, costumbres, saberes y, por supuesto, herramientas para la vida.
Igual que México, Oaxaca es pues una tierra de enorme riqueza. También de enormes contrastes, violencia estructural e inaceptable iniquidad económica.
Kythzia, mi compañera desde hace 20 años, y yo estudiamos en la ciudad de México y después en Holanda. Después de tres años fuera decidimos regresar a México y vivir en Oaxaca. Ahora me encuentro en Suiza, tratando de explicar cómo y porqué una tradición alfarera de cuatro mil años nos da pistas para salir del lodazal en que nos ha metido la cultura occidental de dominación y explotación.
Un tazón es más que un tazón
Un tazón es un contenedor de historia. En Oaxaca hoy en día todavía bebemos chocolate de agua en el mismo tipo de taza que se usaba hace dos mil años en rituales sagrados y cotidianos.
Un tazón es también economía. La alfarería es el sustento de miles de personas en todo el estado. Hemos aprendido que aquí el comercio no se trata tanto de acumulación, sino de compartir y establecer relaciones. Una alfarera puede llegar a regalar como “pilón” hasta un 20 por ciento del valor de una compra. Esto desafía la lógica capitalista de acumulación, pero pensado desde el placer de establecer y honrar una relación humana, tiene total sentido.
Esta es la misma razón, creemos, por la cual ciertos alfareros que reciben pedidos grandes y hacen ventas constantes, aún sin una necesidad económica aparente, siguen asistiendo todas las semanas, como han hecho durante años, a vender en el mercado local. El mercado como red social y la venta como intercambio.
“Si bien la alfarería puede ser la fuente principal de ingreso, no necesariamente es la fuente de identidad más importante, ni tampoco lo que absorbe todas sus energías, por eso cada fase de la vida tiene su tiempo.
Hay muchas cosas igualmente importantes.” 1
Las alfareras tradicionales son madres, hijas, cocineras, campesinas, líderes y, por momentos, alfareras. Son parte integral y participan activamente en su comunidad y su familia. “En su mundo, la familia y la comunidad tienen la misma importancia que los logros profesionales y el ingreso.” 2
En su mayoría, los artesanos son parte de una organización social sofisticada, basada en la comunidad y el respeto. “Su oficio está en armonía con los ciclos de su vida personal, familiar y comunitaria.” 3
La alfarería es parte también de un sistema agrícola que tiene al maíz como columna vertebral. Es difícil, sino imposible, entender el barro sin la gastronomía local, sin el maíz que se lava en pichanchas, las tortillas que se calientan en comales, los frijoles que se cuecen en ollas.
La alfarería también es diseño. Es diseño lento (slow design). Muy lento, de hecho. Es diseño inteligente, desarrollado a través de los siglos, con formas perfectamente adaptadas a su propósito y a los materiales de producción. Sus formas están alineadas a la escala humana pues provienen del cuerpo humano.
La alfarería también es sustentabilidad ambiental. Los alfareros conocen el peso de su huella ecológica, pues literalmente cargan los materiales en su espalda, y saben lo que está en juego si los recursos se pierden.
La vida rural de los alfareros es una de cercanía, coexistencia y apreciación de la naturaleza. Conocen los elementos y sus ciclos, pues su trabajo depende literalmente del sol, la lluvia y el viento. La alfarería tradicional está íntimamente ligada a los ciclos de la agricultura, alternándose con los procesos de siembra y cosecha.
La producción de alfarería genera un mínimo de desechos (humo y cenizas). Cuando una pieza se rompe simplemente se reintegra a la tierra de donde vino. Hasta donde sabemos, la alfarería, en sus 20 mil años de existencia, nunca ha puesto en peligro la vida en la Tierra, como sí lo está haciendo el plástico en pocas décadas.
La artesanía es también una fuente de orgullo e identidad. Es un trabajo que se hace por amor y un don que se comparte.
Es un don que traemos en la sangre y lo tenemos que heredar. Es un oficio que vale mucho, porque no tenemos que salir a buscar trabajo, como otras personas. Es un gran tesoro de Dios.
–Amalia Cruz
Para nosotros el valor de la artesanía no reside en la técnica o el material. Tampoco como valor añadido a productos de consumo, ni como folclore. La artesanía es conocimiento, es sabiduría y, sobre todo, es el contexto, la cosmovisión y las formas de vida que hacen posibles ciertos objetos.
Estos contextos, estas formas de nombrar el mundo, y de relacionarse con él en equilibrio, están desapareciendo aceleradamente, disolviéndose en la narrativa colonizadora del Progreso.
(…)
Escuchar
Nosotros, en Innovando la Tradición, no estamos empoderando a la artesanía. La artesanía ya es poderosa. Lo que nosotros deseamos hacer es abrir espacios para escuchar al barro, para escuchar a las personas que mantienen vivo este patrimonio.
En “occidente” hemos construido un mundo alrededor de un sentido infinito de insatisfacción, deseo y desesperanza. Nuestra guía es hubris, la ambición radical. En un mundo de alienación, ruido, violencia y desconexión, opino que debemos escuchar con atención a la tierra, como hacen los artesanos, pues la Tierra habla en silencio.
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1. Eric Mindling, “Barro y Fuego. El arte de la alfarería en Oaxaca.”. Ed. Boa Dia Boa Tarde Boa Noite / Innovando la Tradición. 2012.